Las mejores leyendas del Panteón de Belén

Conoce las historias que se cuentan alrededor de uno de los sitios más cargados de magia y misterio de la Perla Tapatía, sigue leyendo y descúbrelas.

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Estamos hechos de historias, tenemos de nuestra parte el poder de crear y recrear lo que sucede a nuestro alrededor, es por ello por lo que nos volvemos fascinantes, si acaso nos detenemos un momento a pensarlo y aprovechar todo ese potencial. Hoy vas a conocer las leyendas que viven dentro de uno de los panteones más emblemáticos del Estado de Jalisco.

Al fin… ¿Juntos?

Corrió el año de 1850 y el joven galante José María Castaños, proveniente de una familia adinerada, salía con la bella Andrea, quien era su novia, de orígenes humildes, ellos estaban enamorados, y les encantaba caminar por las calles de Guadalajara solo pensando en el día en que por fin estarían juntos. La madre de José no aprobaba su relación porque le aborrecía la idea de tener una nuera pobre. Intentó sobornar a los padres de Andrea para presionarla en ponerle fin a la relación, sin embargo, sus padres se ofendieron por la oferta de la madre de José, y debido a eso, ya no aprobaron su relación. 

La pareja, en un intento desesperado, decidió que era mejor morir juntos para así lograr unirse, para siempre. Después de descubrir sus cuerpos sin vida, fueron sepultados juntos en el Panteón de Belén. La madre de Jose asumió la culpa de sus muertes y puso una guirnalda de flores enlazando las cruces de sus tumbas. Se dice que con el tiempo la guirnalda se convirtió en piedra, y la señora lo vio como una señal del perdón de la pareja.

Consultorio médico

En las gavetas del camposanto se encuentra uno de los epitafios mejor conservados, perteneciente al médico José G Castro, quien falleció a temprana edad a los 29 años. Después de su muerte, mucha gente acudía a su tumba, primero para ofrecer sus condolencias y luego para pedir ayuda para sanarse, como si así fueran a conseguir una cura o un milagro. La leyenda cuenta que toda persona que acuda a su epitafio al mediodía en punto y le haga una oración será cumplida su petición. 

Nachito, el niño que temía a la oscuridad

Ignacio Torres Altamirano era un niño que le temía a la oscuridad, esta fobia se conoce como nictofobia. Tanto era su miedo que siempre tenían que permanecer las luces encendidas para evitar que llorara y gritara. Una noche por descuido de la niñera o de sus propios padres, nadie lo sabe con certeza, el niño amaneció muerto. Fue sepultado en el Panteón de Belén, pero lo raro es que al día siguiente encontraron su cuerpo encima de la tumba como si lo hubieran desenterrado. 

Volvieron a enterrarlo, pero el suceso se repetía todos los días sin falta, hasta que sus padres y las autoridades decidieron dejar su tumba afuera e iluminada. Esto no volvió a suceder y hoy en día es común que los visitantes dejen caramelos y juguetes, pues dicen que es una ofrenda de paz y una forma de que cuide a los niños por las noches. 

Un vampiro en la ciudad

En la época virreinal llegó un hombre adinerado de Europa. Por las noches salía con una actitud rara y siempre vestido de negro. Pronto comenzaron a aparecer animales muertos y pronto empezaron a morir humanos también. Los pobladores salieron en busca del hombre, lo encontraron en el Panteón de Belén, estaba ahí con su boca en el cuello de otro hombre. Logró huir por un momento, pero los pobladores no desistieron y llegaron hasta su hacienda. 

Uno de ellos logró apuntarlo y el hombre vampiro dijo que se vengaría de todos. Fue enterrado en el mismo camposanto, pero lo enterraron con una estaca de madera en el corazón, y de ahí comenzó a crecer un árbol sobre su tumba. El árbol ha roto su tumba y se adapta de una manera peculiar a ella, la leyenda cuenta que el día que se rompa por completo la tumba o sea derribado el árbol se llevará a cabo la venganza del vampiro.

Hay muchas leyendas más, pero para conocerlas te invitamos a ir al Panteón de Belén.

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