Tonalá, tierra de las artesanías, tierra de leyendas

Una de las leyendas más escalofriantes que existen en el Estado Jalisco, si aún no sabemos cuál es, no te despegues y sigue leyendo, que de seguro te ponen los pelos de punta.

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Cuentan, se dice por aquí y por allá, en las calles de Tonalá, que un espíritu ronda entre negocios, hogares tranquilos… se dice que fue una de las peores tragedias que han sucedido, dicen algunos que fue una injusticia, que fueron las envidias, calumnias de los desquehacerados, o algo más, lo único que está muy claro, es que un hombre sin cabeza, un sacerdote sin cabeza específicamente, ronda lejos del descanso eterno. Si acaso te atreves, podrías buscarlo, pues este hombre suele pasear por las inmediaciones de la Parroquia de Santiago Apóstol, entre el arco y el campanario, ahí estará esperándote. O no.  

En otros tiempos más sencillos, menos complicados, un sacerdote franciscano vivió en el pintoresco y amado Tonalá, aquel era un clérigo ejemplar, era muy respetado y querido por los fieles creyentes, todos lo conocían, sin embargo, como en todo, existía una cara no tan amable, pues todo tiene siempre dos lados. Los envidiosos lo acusaron con la Inquisición de mantener un pacto con el diablo. 

Una noche, mientras tomaba sus alimentos, fue apresado y encerrado en una de las prisiones de la Inquisición, al no poder encontrar nada en su contra, decidieron aplicar la tortura de trato de cuerda. El clérigo se encontraba a 1.5 metros, colgado, y era levantado a jalones, provocando dolores terribles, e instándole a confesar sus crímenes, pero este, seguía declarándose inocente, por ello, le pusieron un peso extra en los pies, causándole aún más dolor. Pero el hombre seguía sin moverse de su sitio, él era inocente. 

Sin embargo, las torturas al final surten el efecto deseado, por lo que el clérigo se declaró culpable, el sufrimiento había sido tal que ya era casi inaguantable, por lo que fue enjuiciado y condenado. Dicen que fue vestido especialmente para la ocasión, pues esperaban que la gente lo humillara y le arrojara cosas, cuál bufón, pero la gente lo respetaba y quería mucho, por ello todos se guardaron en sus casas para no ver aquel acto cruel. Después de la procesión, el clérigo fue ahorcado, y para rematar, decapitado. 

Dicen los que ahí viven que aquellos que pasan por el árbol en donde se le ahorcó, ven a un sacerdote sin cabeza oficiando la misa en latín. Dicen unos que del cuello del sacerdote brotan chorros de sangre, y que las palabras que pronuncia parecen brotar del corazón. 

No lo sabemos, pero tú, ¿te atreves a comprobarlo?

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