Narraciones de leyenda, lo que se cuenta en las escuelas tapatías

Todos, en su momento, adorábamos contar historias de miedo, leyendas y experiencias que nos habían ocurrido, que nuestras abuelas y padres nos contaban, el día de hoy queremos mostrarte otra cara de Jalisco.

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Este es uno de esos post diferentes, y quizá, más personal, de escritora a lector; durante días una idea me dio vueltas por la cabeza, rondaba cuál gato nocturno, cuál zorro en busca de su presa, y la parte consciente de mí, arrojo la idea para mi temporada favorita del año, otoño, Halloween, día de muertos, ya que la naturaleza del pensamiento es en torno a las historias y leyendas que contábamos cuando estábamos en el secundario, al menos, en mi generación, y quizá unas atrás y unas pocas delante.

Recordé mientras pasaba fuera del Panteón de Mezquitan, que una mañana en la que no teníamos clase, nos reunimos en las gradas bajo la escasa sombra de dos árboles, justamente el otoño se aproximaba y con ello las hojas caían, mientras un grupo de chicas y unos pocos chicos nos acomodamos, se nos ocurrió que era buena idea narrar nuestras experiencias paranormales, yo con 13 años, estaba encantada, pues me fascinaba visitar los cementerios, mirar películas de horror y leer historias paranormales, era la idea perfecta. 

Mientras todos pensábamos en alguna historia o experiencia, tratando de dilucidar cuál es la que provocaba más miedo, comentamos sobre aquel rumor que nunca faltaba en las escuelas de Guadalajara y alrededores, y es que se decía que muchas escuelas eran el hogar de fantasmas que no podían encontrar su eterno descanso, pues habían sido perturbados por el progreso, los cementerios y fosas comunes eran ocupados por el paso del crecimiento de la ciudad, cada vez se necesitaban más escuelas, así que… parecía lógico para muchos que esos terrenos fueran ocupados por los vivos, sin importar el descanso de los difuntos. No era raro escuchar entre los niños que su escuela estaba sobre un cementerio. 

Y aunque pudieran pensar que era chisme, lo cierto es que en muchos lugares esto fue real, incluso algunos maestros decías que durante las guerras que ocuparon Jalisco, muchos de los fallecidos fueron enterrados ahí mismo, por ello no era de extrañar que de verdad caminamos sobre uno que otro difunto. Esa discusión entre risas y bromas, dio paso a la primera historia, la que se quedó tan grabada en mi mente que 18 años después recuerdo la extraña sensación que tuve al oírla. 

Mi compañera, Anna, contó que su abuela siempre les hacía la misma advertencia, no mirar por la ventana si acaso escuchaban el andar de un caballo con carruaje, sin importar cuantas ganas sintieran, no debían hacerlo, pues de lo contrario aquel carruaje sin cochero se los llevaría para jamás regresar. Anna era tan blanca que no creímos que podía palidecer más, pero lo hizo, sus venas se notaban bajo su piel pálida y casi translúcida, pues nos dijo que una noche, aquel temible sonido se hizo realidad. Llovía, y los truenos y relámpagos surcaban el cielo, ella y su hermana pequeña compartían habitación, y a veces les gustaba ver llover a través de su ventana, en el entretanto un sonido para nada natural interrumpió la paz de las pequeñas, casi a la medianoche, se escuchaba el andar de caballos, y el inconfundible sonido de una carroza andar por la calle, las niñas no lograban vislumbrar nada, hasta que el sonido estaba casi encima de ellas, la madre apareció de pronto y las alejó de la ventana, tomándolas en brazos y apretando los ojos tan fuertes que no creyeron que fuera suficiente. 

Anna decía que ella y su hermanita no entendían bien a bien, pero que recordaba que al escuchar ese sonido, todo se heló de pronto, la temperatura cambio de manera extraña, y que era como si estuvieran en trance, o en alguna clase de hipnotismo, no lo sabían, eran niñas, era difícil explicar con palabras aquello, pero lo que sí recuerda es que su madre tenía la expresión más aterrada que hubiera visto, sollozaba y rezaba, hasta que el andar de los caballos se dejó de escuchar. 

Como esa, hay muchas historias que se narran en las escuelas, como duendes que hacen travesuras, chicas fantasma en los sanitarios, veladores y conserjes que no encuentran el descanso, estudiantes un día vivos y al siguiente atascados en las paredes de la escuela, vagando entre salones, sin más por hacer. 

Mucho se dice, mucho se oye, pero mucho es lo que enriquece a nuestra cultura, crecimos celebrando la muerte, recibiendo a los que ya no están entre nosotros, y respetando a aquellos que dejaron su cuerpo físico, pero sus espíritus se han negado a partir. 

Y tú, ¿qué historias has escuchado?

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