Todos, o casi todos, conocemos la tradición del Día de Reyes. En España y América, específicamente los latinos, celebramos con singular alegría, pues ya sea por costumbre, gusto o lo que sea, nos encanta festejar, convivir, buscar, entender nuestro pasado, los sucesos que lo conforman… y claro, nos encanta comer y una de las delicias y la joya de la celebración es la rosca o roscón de reyes, un pan dulce exquisito.
La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas cristianas más antiguas. Ya desde mucho antes se venían celebrando en esa fecha otras festividades del mismo nombre por parte de varios cultos paganos, como ocurría en Grecia el 6 de enero en honor de Dionisio y en Alejandría en la noche del 5 al 6 de enero para conmemorar el nacimiento de Aion o Eón.
Este día es tradicional hacer regalos a los niños, conmemorando los presentes que los Magos llevaron a Jesucristo, según el evangelio de Mateo. Este evangelio menciona que unos Magos siguieron una brillante estrella para adorar y llevar regalos a Jesucristo. Según la tradición, llegaron en un caballo, en un camello y un elefante trayendo consigo oro, incienso y mirra.
Es tradicional que los niños escriban cartas a los Reyes Magos, y al día siguiente recibir los obsequios, además se acostumbra a comer la tradicional rosca de reyes o roscón, una delicia en verdad, un pan dulce con frutos y ate de distintos sabores y colores, y el sorprendente relleno, unos muñecos que representan al bebé Jesús, y el afortunado (o no) al que le toque dicho muñeco, deberá poner la comida el 2 de febrero, día de la Candelaria.
Sin duda es un día en el que no solo recordamos el cumplimiento de un mandato dado hace años, sino que preservamos nuestras tradiciones con gracia.
